domingo

Día uno [de nuevo]

He estado en el hospital por muchos días. El nuevo ataque ha borrado lo que construí de mis recuerdos. Quiero volver a escribir porque es una manera de mantenerme lúcida. No sé tampoco si esa lucidez me la de la calma o la locura. No puedo evadir mis obsesiones como antaño, con ejercicio, con pláticas con amigos, con visitas familiares. Mis obsesiones se han adherido a la corteza de los huesos, mis obsesiones recorren el cuerpo como si fueran sangre. Intentaré escribir para mí y para ti que vuelves a estar lejos. Con este principio espero ser más honesta: no es que haya vivido tantas cosas para poder aconsejarte, es que, desde el principio, quería que las palabras fueran un puente en el que pudieras conocerme. Para mí es necesario, para ti quizá sean delirios de los ancianos cuando se acercan a la muerte.
De joven me obsesioné con la memoria y con las posibilidades que da el olvido. Sucede que olvidar no es una decisión, solo es un hecho. No puedes mantener una fila de recuerdos y apretar un botón para eliminarlos, como si fueran imágenes dentro de un ordenador.

Me pesan los hombros, llega una enfermera y dice que no debo estar despierta. Eso mismo decía mi padre hace muchos años, cuando yo dormía a las cuatro de la mañana por ver películas en las que los protagonistas se exitaban teniendo accidentes automovilísticos. Sexo y violencia... ¿eso se volvió también mi obsesión?


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