domingo


Conocí a Federico en la fiesta de Lizh, aquella que hizo porque llegaba a México después de haber estado un tiempo en Alemania. Yo estaba preocupada porque, un año antes, me había topado con Mario en la misma casa, y las cosas no habían terminado tan bien entre nosotros. Así que fui después de haber leído un post que me dejó temblando, y decidí que ni la perturbación por el ex novio loco ni la posible afrenta con Mario  deberían impedir que pudiera pasarla bien en la fiesta de mi amiga.  En fin, conocí a Federico, me invitó a bailar y de ahí no me soltó en toda la noche. En algún punto de la cerveza y la conversación le hablé sobre mi tesis, sobre lo que pensaba de la memoria y el olvido, sobre el cambio. Terminé diciéndole que el olvido era parte de la evolución humana, que teníamos que olvidar ciertas cosas para sobrevivir. También le dije: "Olvidamos lo que no nos sirve, lo que ya no nos es necesario". El se me quedó viendo y me dijo que se le había enchinado la piel con esa frase. 

Después hicimos un plan para vernos. Todo, desde mi perspectiva, salió mal. Desde la de él no sé. El punto es que seguramente me lo encontraré en algunos años y él me dirá, con sus ojos coquetos y su delgada figura: espera, tú y yo nos conocemos, ¿no? Entonces sonreiré y pensaré que la única razón por la que lo reconozco es porque él me recuerda lo olvidable que somos todos.